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lunes, 30 de abril de 2012

Steve McQueen...

Steve McQueen
Hoy quiero dejar plasmada mi admiración hacia el talento de ese fenómeno cinematográfico que fue Steve McQueen. Su imagen reflejada, comúnmente, por una mirada azul entreabierta, bajo unas rubias cejas pobladas y por un rostro de aire lacónico, quedará para siempre icono-grafiada en los anales de la historia del cine. Y eso es debido a su relevancia como uno de los actores más emblemáticos y taquilleros del cine de todos los tiempos.

 Aunque tuvo que sufrir las sombras alargadas de otros mitos de la pantalla de su época, como Marlon Brando o Paul Newman, Steve alumbró con su actuación las salas de cine de todo el mundo e hizo un sitio en la historia para aquella pléyade de personajes lacónicos, mordaces y carismáticos que se enfrascaban en aventuras a menudo imposibles y que chocaban con la tenacidad y la obstinación de aquellos antihéroes que protagonizaba. Son memorables sus presencias como Kid en El Rey del Juego, como Doc McCoy en La Huida, como Papillón en la película homónima o como Hilts en La Gran Evasión; todas ellas, caracterizadas por aquel estilo cool (le apodaban The King of Cool) que imantaba la retina del cinéfilo a cada fotograma en el que aparecía.

 Sin embargo, detrás de aquella fría fachada, rebelaba una imagen candorosa, de gentleman (out-sider, eso sí) que redondeaba su imagen hasta completar un efecto dramático soberbio que acomplejaba cualquier crítica desfavorable. Recuerdo siempre su tándem con Natalie Wood, en Amores con un extraño, una película de otra época para un actor de otra dimensión.

 Su vida se fue rápida, como a él le gustaba, era un gran aficionado a las carreras, a las artes marciales, etc. Vivió como quiso y murió como quiso; nada más se puede pedir.

Como diría Rayo McQueen en Cars…” ¡Kat-Chow, Steve! “.

Sylvia Sidney...

Sylvia Sidney
Antes de definir este sublime rostro, quisiera poneros en antecedentes. Para ello, escribiré este preámbulo…

El celuloide, o nitrato de celulosa, o la materia de la que están hechos los sueños, era el soporte (por cierto, parece ser que muy inflamable, como las estrellas) que contenía todo aquel material cinematográfico filmado hasta, más o menos, el año 1940. A partir de entonces, empezó a usarse otro componente, el triacetato de celulosa, que evitaba posibles peligros de incendios.

 …Pues bien, allá por los años 40, la actriz Sylvia Sidney (su verdadero nombre era Sophia Kosow) aparca su carrera cinematográfica (quizás por el nacimiento de su hijo). Hasta entonces, había sido una de las estrellas del medio por su talento dramático, a menudo en papeles de mujeres abnegadas, tristes y sufridoras y por su perfecta belleza, perfilada por unos maravillosos ojos azules que sobresalían, plenos de romanticismo, en aquellas escenas de desbordante penar y melancolía. Su presencia cautivaba siempre; ya fuera por su frágil femineidad, por su modosa apostura o por su límpida inocencia y en aquel tiempo en que existía prácticamente sólo el cine en blanco y negro, ella era capaz de convertir aquel mundo, en un paisaje de vívido color.

 La metáfora surge cuando celuloide y actriz dejan de prevalecer al mismo tiempo; una hermosa coincidencia que nos habla de que ambos podían incendiar fácilmente los corazones de los espectadores, de que ambos formaron parte de aquel sistema de estrellas que deleitaba los ojos de todo el mundo. Pero se apagaron (o hicieron que se apagaran) y, de ese modo, el mundo perdió un poco del brillo que ya poseía.

  Tal vez si Venus viniese a la Tierra, y no fuese a Marte, envidiaría a ese ángel llamado Sylvia Sidney. Sea como sea, a todos aquellos que no la han visto aún, les queda una película y una belleza pendientes. Véase,… Luces de la Ciudad, Sabotaje, Furia, Callejón sin salida o Sólo se vive una vez, todas ellas películas que atesoran la divina presencia de esta actriz que un día nos dejó su huella.

A mi abuela...

Cementerio en la Nieve. Caspar David Friedrich. 1819. Destruido en 1945.


Todo cuanto soy
Vístese de pena
Por llevar la herida
De tu pronta ausencia
Y en mi corazón,
Donde están mis venas
Frescas cual rocío,
Mis lamentos riegan
Mi tristeza toda,
La terrible celda
Negra, fría y húmeda,
Pues mi llanto hiela
Mis mejillas pálidas
Por perderte, abuela.
Por perderte sufro,
Por tenerte diera,
Escribir más versos,
Ser mejor poeta,
Sacrificio mío
Por tu vida entera,
Mi mayor virtud,
Mi mejor poema.
   
Gloria para el cielo
Y que él te proteja
Como yo lo haría
Si así te tuviera;
Pero no te tengo,
No te tengo, abuela,..
Lloro, sí, lo siento…
Sé que no consuela
Pero el cielo llora
Y él te tiene, abuela;
Y quizás si lloro
Más que el cielo pueda
Hacer que se acabe
Mi pena y que vuelvas.
¡Qué son tantas lágrimas
Como llorar pueda!...
Si lograse así
Que oyeses despierta
Gracias, gracias, gracias,
Miña nai enteira,
Polo amor que sinto,
Polo amor que levas!

miércoles, 25 de abril de 2012

Levon Helm...

Levon Helm

Otro sonido del silencio por el fallecimiento de Levon Helm, una de las voces más distintivas de la generación folclórica americana de aquellos años 60 y 70.

 Su contribución a la música debe destacarse por su ejemplaridad, por su carencia de disonancias en una carrera marcada por la integridad de un sonido, el de aquella banda llamada simplemente The Band, que era una radiografía musical íntimamente americana. Él fue, sin embargo, el único componente americano de aquel grupo de canadienses que (desligados de una vez por todas del fantasma de Bob Dylan) labraron acústicas y martillaron ecos puros, fieles a los atavismos de aquella profunda y rastrera sociedad estadounidense.

 Levon Helm, a golpe de batería y a rasgo de voz, puso el pilar de aquella antonomasia musical que se enraizaba en la tierra y se arrebolaba en el cielo para ser, a la vez, tronco inmutable y azote del viento del panorama melódico de una época que él ayudó a mantener, pero también a cambiar.

 Jamás olvidaré aquella primera vez que le escuché cuando entonaba el principio de la canción de ‘The Weight’…” I pulled in the Nazareth, was feelin’ about half past dead, I just need some place where I can lay my head…”. Ésta es y será una de mis canciones predilectas.

 Eres inmortal, Levon. Por eso, será imposible olvidarte. Gracias.

martes, 24 de abril de 2012

Gracias...

Angelus. Jean Francois Millet. 1859. Museo D'Orsay. París.


Como un consuelo del tiempo viniste
Para ofrecer a mi vida otro orden
Tras tanta lucha y saqueo ingratos
Todos mis días por todas mis noches.
Gracias por verme tal como yo soy,
Lejos de ser como todos los hombres.
Gracias por toda la luz que brillaste
Por doquier mío,...ante, pos, bajo y sobre.

lunes, 23 de abril de 2012

En el día de San Jorge...



En ti veintitrés de Abril,
Que eres un día de rosas
Por aquel Jorge adalid
De la galante persona,
Aquí me tengo en tu atril
Luciendo en horas ociosas
Este libro, paladín
De la más hermosa historia…

 Buenos días, princesa…

En el día de San Jorge, este caballero en que me has convertido rendido a tus pies, claudicando al porte de tu belleza, es hoy por ti un símbolo de lealtad eterna, del amor más fantástico y de la vida como leyenda. En el jardín que me has alojado al amparo de mis emociones, lucen mil y una rosas rojas lisonjeras de mi amor, de la pasión que se incendia a mediodía como el sol que irradia tu mirada y del corazón que suspira al atardecer como esa luna que brilla complaciente y delicada.

 Mis días son las páginas del maravilloso libro que me has regalado para que, lectura tras lectura, grabe en mi memoria cada hora pasada contigo como versos de miríficas estrofas que mi mente recita a mi alma y que aquélla, arrebujada en su alegría, recibe como cantos de emoción y llora.

 Ah, esposa mía, ¿algún día sabrás cuánto significas para mí? Quizás, cuando la vida crezca desde este retoño que es ahora hasta el frondoso árbol en que se convertirá, comprendas en el murmullo de sus verdes hojas bendecidas por candorosos vientos que el tiempo vivido junto a ti es lo único que en propiedad me llevo, es la única herencia que mi corazón y mi alma atestiguarán para hacerme meritorio de ser por ti, tu valiente y enamorado caballero.


Aquí mi amor te protege,
Mi corazón te custodia,
En la lírica progenie
De mi poética persona.

lunes, 9 de abril de 2012

Mi Andrea...

Apolo y las musas del Monte Helión. Claude Lorrain. 1680. Museum of Fine Arts. Boston.

Hablad, mi Andrea, la de dulce voz,
De las uvas que adornan nuestras viñas,
Del trigo que decora nuestros campos
Y del agua que baña nuestras rías…
Y sonreíd para que nuestro pueblo
Pueda también lucir vuestra sonrisa.

Susurradle a la tierra vuestros sueños
Pues de los sueños brotan margaritas
Que adornan los caminos que vagamos,
Vuestra mano en mi mano, por la vida.
Mi Andrea, vuestros ojos son estrellas
Que a mis ojos titilan de alegría
Para dar luz a esa porción de mí,
Mi corazón, que oscuro me marchita.

Oh, mi Andrea, escuchad ora mi canto
Os doy gracias; oh, musa compasiva,
Pues sólo vuestro son nato de sílfide
Pudo encantar las notas de mi cítara:

Embeba el cielo a la tierra,
Suspenda el tiempo a la vida,
El amor vence a la muerte,
Vuestra alma se une a la mía.
Canto al fragor inmortal,
A la voz del amor sita
En mi corazón perlado
Por tal presencia divina.
“¡El ángel!”, mi voz creyente,
“¡El sueño!”, mi voz impía,
“¡La vida!”, mi voz desnuda,
Seáis ángel, sueño o vida,
Mi Andrea, todas mis voces
Claman: “¡Seáis bienvenida!”.

¡Mi vida se muere y sois,
Oh, mi Andrea, un nuevo día;
Mi verso fenece y sois,
Amor, nueva poesía!
….

¡Renuevo, flor y belleza,
Tal os plantáis ante mí!
¡Seamos naturaleza,
Seamos pues lirio, alelí!

sábado, 7 de abril de 2012

En memoria de Gustavo Adolfo Bécquer...

Retrato de G.A. Béquer por su hermano Valeriano. 1862.

En uno de los viajes de este imperecedero diletante tuve la fortuna de encontrarme con los pasos de un poeta entre cometas, de una estrella del cosmos artístico español. Aquel momento lo compartí con bellas personas (me van a permitir las demás, pero una de aquellas personas, era la más hermosa en mi mundo de palaciegas observancias) y fue una experiencia, como muy pocas en mi vida, inolvidable…

Tuve un recitador y varios oyentes de mis versos, contaba con mi amor personificado, con mi sueño escenificado, con un marco inimitable (El Monasterio de Veruela, en la Sierra del Moncayo), con una tarde que se arremolinaba hacia los placeres del crepúsculo y una vida que se teñía de violáceas sensaciones. ¡Qué más podría pedir!

Pues bien, éstas fueron las palabras que resonaron ante aquel pozo, en el claustro del Monasterio, en voz de un amigo navarro…

En el cielo nació tu poesía,
Tus versos fueron la inefable estela
De algún cometa que en bendito día
Cruzó desde Madrid hasta Veruela.

Tus Rimas son poemas de hidalguía,
¡Qué hidalgo fuiste tú con pobre tela
Ligado a Valeriano o en compañía
De Correa, Campillo y de Nombela!.

Cuando pisó la muerte en tu portal
Cuenta “ El duelo del sol” como leyenda
Que el Sol, triste, veló tu cuerpo inerme

Mientras que cortejaba el funeral
Un ángel con el arpa como ofrenda
Que así cantaba…“ ¡ Un poeta duerme!”.

Saludos, amigo mío.
Déjame poner mi paso sobre tu paso
Y descansar ahora de las fatigas
Que fueron tus fatigas por estos caminos…

“En ti, Moncayo libre, adusto, elato,…
Se afinca el Monasterio de Veruela,
Altar para el descanso de las almas,
Lugar preciado para los poetas”

Recupero el aliento para siquiera murmurarte el reflejo de tu expresión en mi memoria. Así te confieso cosas como que tu himno gigante vive agigantado conmigo, que tu cometa sigue su perfecto curso en mi espíritu, que aquellos átomos que decías son los átomos que me mantienen vivo y que el misterio del amor sigue siendo, irremediablemente, el mismo…
El tiempo ha pasado, fluye el cauce de los siglos pero sabe, poeta, que tu tiempo es el remanso de paz donde el sauce sigue dando buena sombra al melancólico y donde el nenúfar sigue guardando los ojos de la nostalgia.

Verde es tu naturaleza porque brotas del laurel de los poetas. Verde,…Todo es verde a tu alrededor…

“Verde es mi admiración
Y verde es tu memoria,
Verde es mi corazón
Porque verde es tu gloria”

Tengo que partir, amigo mío. Me llama el mundo, me dirige el ángel del que te hablaba, tomo el rumbo de la vida y me olvido de todo excepto de lo que distingue nuestra humanidad…el Genio, el Arte, el Amor…

Queda en paz, ser inmortal, tu estrella nos ilumina.

martes, 3 de abril de 2012

A John Keats...

Retrato de John Keats por William Hilton. National Portrait Gallery. Londres.


Hubo una vez un joven poeta inglés, allá por mi amado siglo XIX, conmocionado por un espíritu de sublime refinamiento en la vida y en la muerte hasta hacer de la verdad, el amor y la poesía el símil tríptico del ser humano, véase,  la mente, el corazón y el alma.

 Este lírico joven viajó incansablemente por los lindes de la sensibilidad humana, profundizando en los laberintos del saber y en los jardines del sentimiento y de esos viajes nos legó las vivencias y las obras dignas de un ser sobrenatural,…Pero por tal excelencia topó con la incomprensión de aquellos mortales que no atendían las mismas exigencias de nobleza y de sublimación a las que él acostumbraba.

 La muerte ávida también de su alma, le persiguió afanosamente hasta que resultó victoriosa el infausto día romano del 23 de Febrero de 1821. John Keats, que así se llamaba, moría de tuberculosis en aquel fatídico momento a la edad de 25 años. Enterrado en el cementerio protestante de Roma, en su lápida puede leerse este epitafio:

 ‘Esta tumba contiene todo lo que era mortal, de un joven poeta inglés, quien en su lecho de muerte, en la amargura de su corazón, en el poder malicioso de sus enemigos, deseó que estas palabras se grabaran en su lápida: Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en agua.’

Cuanto sigue, lo he escrito en su honor:

Escuchen, escuchen,…
Favor sin igual
Se cierne en la historia
Del hombre al cantar
Los versos ilustres
De aquél que en el mar
Vio escrito su nombre.
“Belleza es verdad,
Verdad es belleza…”,
Decía ideal
Al verse en el alma
Poeta inmortal.
Le leo y mis lágrimas
Son agua y cristal
Que sirven de medio
De ver más allá
Del tedio de vida,
Del linde mortal.
Al pie de su sueño,
Quién pudo soñar
Cual Él que soñaba
Cual nadie jamás.
Oh, inglés, que Inglaterra
Ayer fue tu hogar,
El mundo hoy te sirve
Y me hace expresar:
Su nombre es el nombre
Que apresta a nombrar
La tierra que busca
El oro mostrar.
Su nombre es el nombre
Que apresta a jurar
El cielo que anhela
La gloria anunciar.
Así mi recuerdo
Te guarde, Adonáis,
Precepto de hombre,
Valor de deidad.

Tumba de John Keats. Cementerio Protestante de Roma.