Jardines colgantes de Babilonia con la Torre de Babel al fondo.
Para
todos aquellos que piensen que la vida es un suceso corriente u ordinario, que
está subordinada a unos patrones o cánones de conducta normalizados, que está
ligada a una inexorable monotonía,…va dirigido este texto.
La vida se compone de personas y de
situaciones, no de gentes ni de mundos. La vida puede ser un día, no tiene
porque significar la existencia de años y años globales y periódicos; del mismo
modo que un poema puede constar de un solo verso. Sin embargo, como decía John Donne, “nadie es una isla completo en
sí mismo”, todos nos pertenecemos los unos a los otros y en esa ligadura,
en esa influencia, iniciamos la aventura de nuestras vidas.
Muchos estaremos de acuerdo en que la soledad,
como principio de vida, es un final de corto recorrido…la sustancia de la que
brota bien pudiera ser el egoísmo, la cerrazón, la ignorancia,…todas ellas
razones vulgares y ordinarias que darán como fruto un vivir amargo y sedimentario.
Yo,
como ser individual, me identifico con otras gentes a través de las ligaciones
del amor, la amistad, la empatía,…lazos que ya por significación nos hablan de
sucesos extraordinarios. ¿Quién no piensa que su pareja es una persona
extraordinaria? ¿Quién no cree que un amigo es una fortuna? ¿Quién no se mira
en otra persona como en un espejo? Pero no por ello tenemos que llegar a pensar
que somos, en esencia, seres filantrópicos.
No, no concibo la filantropía ni la
globalización de la humanidad; todos somos pequeñas partes que sumadas no tiene
porque dar como resultado esa trama llamada humanidad; pues, dado que somos
seres sensibles y racionales, marcamos límites y distancias que conformarán
diferentes estados humanos afectivos y conscientes en la Tierra; los cuales, unos
junto (no debajo ni sobre) a otros,
irán estableciendo mantos originales al igual que, metafóricamente, ocurre con
las distintas capas en la esfera del cielo.
¡Somos como humanos una dispersión, una Torre
de Babel!
La vida nos viene de fuera, no nos pertenece,
aflora en increíbles momentos donde son sus propios elementos la verdad y la
belleza. Un segundo puede ser más decisivo y duradero que un minuto, que una
hora, que un día. No pensemos que el grueso de nuestras vidas significa la
vida; no, no nos engañemos, la vida surge de lo insólito, de lo
extraordinario,… ¡La vida del desierto no es su arena sino su oasis!
La vida es un bien entre todos sus males por
eso, os digo que no tengo treinta y cuatro años; no, apenas tengo tres años y
hace poco que he empezado a hablar de mi verdad y mi belleza, hace poco que he
empezado a caminar…Y es que a nadie le resultará extraño que “caminante, no hay
camino, se hace camino al andar”.
¡Ningún
camino se ha hecho solo!
Yo vivía una vida plácida y paralítica hasta
que las fuerzas de mi mujer y de mi hija hicieron que me levantara y echase a
andar…La naturaleza puede ser insulsa y monótona; aquel hastiado y enojoso desierto ha dado paso a la fuerza y vigor de aquellos jardines y praderas
verdes de Babilonia.
Hoy pienso y
me siento vivo.
Hoy pienso y
siento…Existo.
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