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lunes, 19 de noviembre de 2018

Epistolario: Carta I


Doy comienzo a una serie de cartas dirigidas al que quizás sea mi espejo cultural, la imagen poética que, por momentos, me complace proyectar. Él fue Johann Christian Friedrich Hölderlin.


Sotelino

Junto a un saúco silvestre,
a orillas del Neckar,
cavilando en mi amigo;
¿dónde, sino en el Heimat?


8 de junio de 1843.



Hola Scardanelli:


El tiempo discurre lento, callado, circunspecto. Solo el viento se escucha entre lamentos. Quizás alguna pena que brota de algún cuerpo. Quizás el aire que recuerda, celoso, los suspiros de algún desencuentro. Ay, la tristeza se adueña y se carga de silencios…¡ qué horas éstas en que el mundo exterior se ausenta y solo nos sujetamos a la vida en el interior insondable de nuestros miedos! ¿Será posible vivir solo en la placidez del día, sin la agitación que produce la irrupción de la noche? Virtud de quién pueda; porque yo no puedo.

El caso es que tiene nombre quedarme tan adentro: soledad. A veces, cuando me siento un individuo alejado de la corriente del pueblo, ni las montañas, ni los valles, ni toda la naturaleza…son capaces de calmarme el espíritu y pienso que esa parte de mí, más pura y débil, quiere recobrar fuerzas, más cerca de su hogar primigenio.

De todas formas, no te preocupes. Es muy probable que me encuentre así a causa de tu partida hacia ese reino de concordia, de sabiduría, de libertad; donde tu poesía podrá viajar mucho más rápido en el tiempo y se celebre, por fin, entre lo humano y lo mundano, todo tu ingenio.


Te recuerdo, amigo mío.


Atentamente,
Sotelino.


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