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lunes, 30 de abril de 2012
Sylvia Sidney...
A mi abuela...
miércoles, 25 de abril de 2012
Levon Helm...
Levon Helm |
Otro
sonido del silencio por el fallecimiento de Levon Helm, una de las voces más
distintivas de la generación folclórica americana de aquellos años 60 y 70.
Su contribución a la música debe destacarse
por su ejemplaridad, por su carencia de disonancias en una carrera marcada por
la integridad de un sonido, el de aquella banda llamada simplemente The Band,
que era una radiografía musical íntimamente americana. Él fue, sin embargo, el
único componente americano de aquel grupo de canadienses que (desligados de una
vez por todas del fantasma de Bob Dylan) labraron acústicas y martillaron ecos
puros, fieles a los atavismos de aquella profunda y rastrera sociedad
estadounidense.
Levon
Helm, a golpe de batería y a rasgo de voz, puso el pilar de aquella antonomasia
musical que se enraizaba en la tierra y se arrebolaba en el cielo para ser, a
la vez, tronco inmutable y azote del viento del panorama melódico de una época
que él ayudó a mantener, pero también a cambiar.
Jamás
olvidaré aquella primera vez que le escuché cuando entonaba el principio de la
canción de ‘The Weight’…” I pulled in the Nazareth, was feelin’ about half past dead, I just need
some place where I can lay my head…”. Ésta es y será una de mis canciones
predilectas.
Eres
inmortal, Levon. Por eso, será imposible olvidarte. Gracias.
martes, 24 de abril de 2012
Gracias...
Angelus. Jean Francois Millet. 1859. Museo D'Orsay. París. |
Como un
consuelo del tiempo viniste
Para ofrecer
a mi vida otro orden
Tras tanta
lucha y saqueo ingratos
Todos mis
días por todas mis noches.
Gracias por
verme tal como yo soy,
Lejos de ser
como todos los hombres.
Gracias por
toda la luz que brillaste
Por doquier mío,...ante, pos, bajo y sobre.
lunes, 23 de abril de 2012
En el día de San Jorge...
lunes, 9 de abril de 2012
Mi Andrea...
Apolo y las musas del Monte Helión. Claude Lorrain. 1680. Museum of Fine Arts. Boston. |
Hablad, mi Andrea, la de dulce voz,
De las uvas que adornan nuestras viñas,
Del trigo que decora nuestros campos
Y del agua que baña nuestras rías…
Y sonreíd para que nuestro pueblo
Pueda también lucir vuestra sonrisa.
Susurradle a la tierra vuestros sueños
Pues de los sueños brotan margaritas
Que adornan los caminos que vagamos,
Vuestra mano en mi mano, por la vida.
Mi Andrea, vuestros ojos son estrellas
Que a mis ojos titilan de alegría
Para dar luz a esa porción de mí,
Mi corazón, que oscuro me marchita.
Oh, mi Andrea, escuchad ora mi canto
Os doy gracias; oh, musa compasiva,
Pues sólo vuestro son nato de sílfide
Pudo encantar las notas de mi cítara:
Embeba el cielo a la tierra,
Suspenda el tiempo a la vida,
El amor vence a la muerte,
Vuestra alma se une a la mía.
Canto al fragor inmortal,
A la voz del amor sita
En mi corazón perlado
Por tal presencia divina.
“¡El ángel!”, mi voz creyente,
“¡El sueño!”, mi voz impía,
“¡La vida!”, mi voz desnuda,
Seáis ángel, sueño o vida,
Mi Andrea, todas mis voces
Claman: “¡Seáis bienvenida!”.
¡Mi vida se muere y sois,
Oh, mi Andrea, un nuevo día;
Mi verso fenece y sois,
Amor, nueva poesía!
….
¡Renuevo, flor y belleza,
Tal os plantáis ante mí!
¡Seamos naturaleza,
Seamos pues lirio, alelí!
sábado, 7 de abril de 2012
En memoria de Gustavo Adolfo Bécquer...
martes, 3 de abril de 2012
A John Keats...
Retrato de John Keats por William Hilton. National Portrait Gallery. Londres. |
Hubo una vez un joven poeta inglés, allá por mi amado siglo XIX, conmocionado por un espíritu de sublime refinamiento en la vida y en la muerte hasta hacer de la verdad, el amor y la poesía el símil tríptico del ser humano, véase, la mente, el corazón y el alma.
Este lírico joven viajó incansablemente por los lindes de la sensibilidad humana, profundizando en los laberintos del saber y en los jardines del sentimiento y de esos viajes nos legó las vivencias y las obras dignas de un ser sobrenatural,…Pero por tal excelencia topó con la incomprensión de aquellos mortales que no atendían las mismas exigencias de nobleza y de sublimación a las que él acostumbraba.
La muerte ávida también de su alma, le persiguió afanosamente hasta que resultó victoriosa el infausto día romano del 23 de Febrero de 1821. John Keats, que así se llamaba, moría de tuberculosis en aquel fatídico momento a la edad de 25 años. Enterrado en el cementerio protestante de Roma, en su lápida puede leerse este epitafio:
‘Esta tumba contiene todo lo que era mortal, de un joven poeta inglés, quien en su lecho de muerte, en la amargura de su corazón, en el poder malicioso de sus enemigos, deseó que estas palabras se grabaran en su lápida: Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en agua.’
Escuchen, escuchen,…
Favor sin igual
Se cierne en la historia
Del hombre al cantar
Los versos ilustres
De aquél que en el mar
Vio escrito su nombre.
“Belleza es verdad,
Verdad es belleza…”,
Decía ideal
Al verse en el alma
Poeta inmortal.
Le leo y mis lágrimas
Son agua y cristal
Que sirven de medio
De ver más allá
Del tedio de vida,
Del linde mortal.
Al pie de su sueño,
Quién pudo soñar
Cual Él que soñaba
Cual nadie jamás.
Oh, inglés, que Inglaterra
Ayer fue tu hogar,
El mundo hoy te sirve
Y me hace expresar:
Su nombre es el nombre
Que apresta a nombrar
La tierra que busca
El oro mostrar.
Su nombre es el nombre
Que apresta a jurar
El cielo que anhela
La gloria anunciar.
Así mi recuerdo
Te guarde, Adonáis,
Precepto de hombre,
Valor de deidad.
Tumba de John Keats. Cementerio Protestante de Roma. |
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