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viernes, 3 de febrero de 2012

Oda a la sombra de un ciprés

Noche estrellada. Van Gogh. 1889. Óleo sobre lienzo. Museo de Arte Moderno de Nueva York

Dispuesto en suelo sagrado
Y amo de perenne plante
Das compañía al errante,
Acaso solo o escoltado,
Allá en los lindes de Dante.
Y ahora a mí me acompañas
En mis pasiones hurañas
Y en mis pesares compuestos
Por tantos días funestos
De tantas noches tacañas.

Oh, ciprés, mi desconsuelo
Camina donde tú palias,
Penas y otros muchos alias,
Como preceptor de duelo,
Con tus memorias idalias,
Sobre el atenuante amor
Que vive ajeno al sopor
Del desolador invierno,
Por donde mi alma consterno
Y hundo en eterno dolor.

Por eso a tu sombra endoso
Quizás mi última energía,
Un suspiro de elegía
Que libre sale del foso
Donde se espira agonía;
Un canto a la juventud
Por la más viva inquietud
En mi sublimada inocencia,
Ahora que se silencia
Mi vida harta en solitud:

¿Acaso fuerza invisible,
Ajena a este frío suelo,
Quieres emprender el vuelo
Desde esta esfera terrible
Hacia ese incógnito cielo?
Tu vida llora y responde
Que en tal suelo corresponde
Luchar por cuanto se ame;
Así sea lucha infame
Sin mediar como ni donde.

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