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lunes, 13 de febrero de 2012

'Whitney'

Whitney Houston cantó el himno americano en la Superbowl de 1991.

Ha muerto Whitney Houston, ha muerto por que dijo basta… ¿al lujo, a la fama, a las drogas, a la hipocresía, a la frivolidad, a la soledad, a aquerenciarse a todos estos motivos de la vida? Pero nunca a su música, a su voz, que se modulaba portentosa entre las ondas celestiales de este divino arte que nos salva del, a menudo, vulgar silencio.
  
 Ya son muchos los casos de infortunio, ya son muchas las ocasiones en las que la música se apaga para escuchar los suspiros de condolencia de todos aquellos melómanos que sienten perder a una persona desconocida para ellos pero reconocida desde la primera nota como artista. El mundo no está preparado para que el ser humano se aproxime a las benevolencias de aquel Titán, amigo de la humanidad, que quiso compartir con los hombres las virtudes de los dioses. Él, Prometeo, fue castigado con crueldad de igual forma que también la vida castiga a aquellos hombres y mujeres que osan ostentar inspiraciones impropias de su condición.

 Nunca he sido un seguidor de su carrera como artista por que siempre se movió por los andeles del pop, en el uptown de la música (algo que los suyos, la comunidad afroamericana, le criticaban puesto que consideraban aquella música más cercana a los artistas “blancos”) cuando ella había nacido en el downtown de una familia del Gospel y del Soul, lo cual le garantizaba un status vocal privilegiado y proclive a mayores cotas artísticas. Pero, a pesar de todo, fue un indiscutible talento, una dulcísima voz que, de cualquier forma, estaba predestinada a dejar huella.

 Ayer por la mañana, antes de enterarme de la noticia, por alguna premonición, la estaba viendo y escuchando mientras cantaba el “Star Spangled Banner”, el himno de los USA , en la final de la Superbowl de 1991. Vestía un chándal con los colores de los USA (dejaba el glamour a un lado), coronada con una cinta blanca de deporte en el pelo y componía sus cuerdas vocales con una fuerza, un vigor y una armonía (brillaba el glamour de su actuación) como jamás se habían visto hasta entonces. Viéndola en aquel momento, con esa sonrisa increíble, haría que cualquier hombre se aficionara a su belleza; escuchándola en aquel memorable esfuerzo, haría vibrar cualquiera sensibilidad por escasa que fuera. Pocas horas después, esa misma imagen aparecía en el Telediario de la 1 para anunciar su muerte y recordar su memoria.

 “Cada vez que una voz se apaga, el mundo queda más en silencio.” 

  
 Adiós, Whitney.

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