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lunes, 23 de abril de 2012

En el día de San Jorge...



En ti veintitrés de Abril,
Que eres un día de rosas
Por aquel Jorge adalid
De la galante persona,
Aquí me tengo en tu atril
Luciendo en horas ociosas
Este libro, paladín
De la más hermosa historia…

 Buenos días, princesa…

En el día de San Jorge, este caballero en que me has convertido rendido a tus pies, claudicando al porte de tu belleza, es hoy por ti un símbolo de lealtad eterna, del amor más fantástico y de la vida como leyenda. En el jardín que me has alojado al amparo de mis emociones, lucen mil y una rosas rojas lisonjeras de mi amor, de la pasión que se incendia a mediodía como el sol que irradia tu mirada y del corazón que suspira al atardecer como esa luna que brilla complaciente y delicada.

 Mis días son las páginas del maravilloso libro que me has regalado para que, lectura tras lectura, grabe en mi memoria cada hora pasada contigo como versos de miríficas estrofas que mi mente recita a mi alma y que aquélla, arrebujada en su alegría, recibe como cantos de emoción y llora.

 Ah, esposa mía, ¿algún día sabrás cuánto significas para mí? Quizás, cuando la vida crezca desde este retoño que es ahora hasta el frondoso árbol en que se convertirá, comprendas en el murmullo de sus verdes hojas bendecidas por candorosos vientos que el tiempo vivido junto a ti es lo único que en propiedad me llevo, es la única herencia que mi corazón y mi alma atestiguarán para hacerme meritorio de ser por ti, tu valiente y enamorado caballero.


Aquí mi amor te protege,
Mi corazón te custodia,
En la lírica progenie
De mi poética persona.

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