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lunes, 30 de abril de 2012

Sylvia Sidney...

Sylvia Sidney
Antes de definir este sublime rostro, quisiera poneros en antecedentes. Para ello, escribiré este preámbulo…

El celuloide, o nitrato de celulosa, o la materia de la que están hechos los sueños, era el soporte (por cierto, parece ser que muy inflamable, como las estrellas) que contenía todo aquel material cinematográfico filmado hasta, más o menos, el año 1940. A partir de entonces, empezó a usarse otro componente, el triacetato de celulosa, que evitaba posibles peligros de incendios.

 …Pues bien, allá por los años 40, la actriz Sylvia Sidney (su verdadero nombre era Sophia Kosow) aparca su carrera cinematográfica (quizás por el nacimiento de su hijo). Hasta entonces, había sido una de las estrellas del medio por su talento dramático, a menudo en papeles de mujeres abnegadas, tristes y sufridoras y por su perfecta belleza, perfilada por unos maravillosos ojos azules que sobresalían, plenos de romanticismo, en aquellas escenas de desbordante penar y melancolía. Su presencia cautivaba siempre; ya fuera por su frágil femineidad, por su modosa apostura o por su límpida inocencia y en aquel tiempo en que existía prácticamente sólo el cine en blanco y negro, ella era capaz de convertir aquel mundo, en un paisaje de vívido color.

 La metáfora surge cuando celuloide y actriz dejan de prevalecer al mismo tiempo; una hermosa coincidencia que nos habla de que ambos podían incendiar fácilmente los corazones de los espectadores, de que ambos formaron parte de aquel sistema de estrellas que deleitaba los ojos de todo el mundo. Pero se apagaron (o hicieron que se apagaran) y, de ese modo, el mundo perdió un poco del brillo que ya poseía.

  Tal vez si Venus viniese a la Tierra, y no fuese a Marte, envidiaría a ese ángel llamado Sylvia Sidney. Sea como sea, a todos aquellos que no la han visto aún, les queda una película y una belleza pendientes. Véase,… Luces de la Ciudad, Sabotaje, Furia, Callejón sin salida o Sólo se vive una vez, todas ellas películas que atesoran la divina presencia de esta actriz que un día nos dejó su huella.

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